El Cuaderno de Sergio Plou

      

martes 12 de febrero de 2013

Subconsciente colectivo




  Las noticias vienen envueltas hoy en papel parafinado, la radio evoca un aire lúgubre y la televisión amarillea sin complejos, no me extraña que el desierto de los Monegros se vaya a convertir en Marte. O para ser más precisos, en una réplica a pequeña escala del planeta rojo. Allí se recrearán las situaciones que podrían vivir los primeros colonos y se investigará también el impacto psicológico de la experiencia. Supongo que a esta realidad se refiere Mariano, el presidente del gobierno, cuando habla del futuro que nos aguarda más allá de la austeridad.

  Lejos de las zozobras mundanas, ajeno a los desahucios y demás miserias, un tal Mario —Mario Draghi— el sujeto que todavía estampa su firma en los billetes de banco, visita a Mariano a domicilio. Mario sigue una vieja tradición numismática, la de garantizar el pago con su rúbrica como si fueran talones, sólo que no hay oro detrás de los brillantes papelitos de colores, tan sólo más billetes, los mismos que han ido circulando en sobres hasta acabar en los bolsillos de Mariano, cuya idiosincrasia eleva a una categoría marciana no sólo las tierras del Jubierre sino la península entera.

  El jefe del Banco Central Europeo, según su gabinete de prensa, está muy interesado en charlar a puerta cerrada, sin cámaras ni micrófonos, con la flor y la nata de los diputados del Congreso. No con todos y a mogollón, porque el hombre es muy sensible y podía entrar en un bucle. Detrás de Mario, tal vez en las chimbambas, late un corazón que escucha, por eso tiene la necesidad de comprender cómo llevamos la experiencia. Si de verdad quisiera enterarse de cómo nos luce el pelo, lo más coherente sería que lo soltaran con lo puesto en cualquiera de los suburbios que rodean a las grandes ciudades de nuestra geografía, al menos durante unas horas y que después, con el mismo desparpajo y sin previo aviso, lo dejaran caer a las afueras de Castejón, de este modo disfrutaría de una experiencia marciana, que es lo más parecido a una abducción. A partir de entonces podría ocuparse de asuntos tan misteriosos como la dimisión pontificia, la prueba nuclear de los coreanos o el asteroide que se aproxima a la Tierra, pero es muy probable que sufriera una embolia en el empeño. Así que lo mantienen en adobo porque es un tipo muy importante. La importancia de ciertos menganos, con el trascurso del tiempo, es directamente proporcional a su frialdad emotiva, de modo que no resultan creíbles a los ciudadanos, cuya máxima esperanza consiste en reunir tapones de plástico para sufragar alguna buena causa.

  La simple reunión de Mario y de Mariano en un mismo cuadrante no augura nada bueno, en cambio la caída de un rayo en la cúpula de san Pedro, justo el día de la renuncia papal, se desplaza por las conciencias de bares y mercadillos con la misma fuerza que las trompetas de Jericó anuncian la llegada del apocalipsis. Supongo que a este tipo de eventos se refiere Mariano cuando asegura que está cambiando el patrón de ajuste en los mercados. Aún tenemos que esperar un tiempo para que cuajen sus medidas en todo su potencial, no cabe la menor duda, así que la sociedad espera ahora que, por lo menos, caiga otro rayo en las Cortes o en la Moncloa. La única manera de comprender a Mariano, cuando explica que no ha cumplido con sus promesas pero que está cumpliendo con su deber, es que de una manera inequívoca subraye sus palabras la propia naturaleza. Bastaría un rayo para que se nos pusieran los pelos de punta. Mientras tanto sólo se escucha el clamor de la indignación recorriendo las calles y el silencio cómplice del parlamento, donde Mario, el que firma los billetes, tras bloquear los teléfonos móviles de los diputados cuenta su fantástica visión de los acontecimientos. Sin censura, que para eso vivimos en Europa, otra cosa es que al final prime la picaresca y lo cuelguen hasta en YouTube.