Significarse
miércoles 30 de abril de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Siempre nos han gustado los gestos y el de Luisa Fernanda en las Cortes madrileñas ayer nos dejó grogui. Con su collarcito de perlas al cuello, la falda estampada y su bolso en la mano se levantó de su escaño y se fue del hemiciclo con la mirada perdida. Entre todos los diputados aragoneses del Congreso, precisamente la arisca Luisa Fernanda, una mujer seca y de pocas palabras, era la única en levantar sus conservadoras nalgas del escaño y darse el piro. ¿Por qué? No quiso dar el sí al trasvase del Ebro a Barcelona e hizo notar su ausencia, unívoca y elocuente, estricta y traslúcida. No sabe nada la Rudi. No da puntada sin hilo. Con su melena años 70, al estilo de Laurita Valenzuela, marcó distancias y puso en evidencia al PSOE y al PP. Quién diría que la Rudi acabaría siendo un símbolo de algo que no fuera su espíritu autoritario, cuya mejor fotografía la representó aporreando con el mazo el púlpito de la presidencia de esas mismas Cortes que ahora abandona. Quién nos diría que esa persona insensibilizada al dolor de la tragedia de Biescas, que seguía de luna de miel mientras se montaba el funeral y se enterraba a los muertos de la riada, sería la única en dar el cante en el sainete del trasvase «semántico» del Ebro. Nunca termina uno de sorprenderse. Nunca se acaba de encontrar ejemplos, por muy extraños que resulten, de lo que en realidad tendría que haber sido el comportamiento mayoritario de los diputados aragoneses en Madrid. A falta de una presencia vigorosa, como la de Labordeta en la carrera de san Jerónimo, nos queda al menos el testimonio de una volatilización: la de Luisa Fernanda yéndose de compras. A falta de algo mejor, buenas son tortas.
    En las Cortes aragonesas no llegaron a darse de bofetadas, prefirieron hablar del lenguaje. ¿Nanotrasvase o minitrasvase? ¿Transferencia o tubería? ¿Solidaridad o ecologismo? Les da igual el resultado. El decreto ya está firmado así que huelgan las palabras, es el momento de la gestualidad. Nadie se rasgará la faja porque el agua se pille del Delta. Otro gallo cantaría si fueran a llenar el botijo directamente del río a su paso por Aragón, y lo saben. En estas circunstancias es tan fácil ser solidario como oponerse a los sesenta kilómetros de tubería. A nadie le importa un rábano que el trasvase sea antiecológico, ni siquiera al Justicia —nuestra versión baturra del defensor del pueblo— que ahora despierta de su letargo, cuando no hay nada que hacer. Es otra manera de significarse. Otro gesto pueril, hipocorístico, hecho a la medida de la infancia para que resulte creíble y traguemos con todo. La única lista en todo este guirigay es Luisa Fernanda, que rompiendo la disciplina de voto de su propio partido se está labrando un butacón para jubilarse como alcaldesa o como presidenta de Aragón, quién sabe. Su abstención indica a los diputados que no le debe nada a nadie. Que se puede discrepar y que su carrera política es tan importante como la de cualquiera, así que ojo con la señora.

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