Serpientes trajeadas
martes 12 de julio de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

  La estafa entra en otra dimensión y a los medios no les interesa entrar en detalles. Ya sea por su complejidad o porque aburre a las ovejas, resulta más práctico que vivamos en la inopia. Nuestra inopia se desarrolla en el ámbito de las ciudades y los países mientras que los jefes se desenvuelven en consejos de administración, corporaciones y bolsas, moviéndose por los continentes igual que nosotros caminamos por las calles. No es lo mismo coger el tranvía para ir a trabajar que utilizar un avión como si fuera una motocicleta, por esa razón la vida de los jefes resulta tan extraña al común de los mortales y para hacernos una ligera idea requiere que nos explayemos en complicadas explicaciones, cuando lo más apropiado sería recurrir a los especialistas.

  La BBC publicó el pasado domingo un interesante reportaje del escritor Jon Ronson, al fin y al cabo un breve resumen de su último libro, donde analiza la conducta de muchos jefes, afirmando sin ningún reparo que en su mayoría están cortados por el patrón de los psicópatas. No es algo nuevo, ya que Robert Hare y Paul Babiak, doctores en psicología, calificaron en su momento a estos sujetos de «serpientes trajeadas». Ambos tuvieron la oportunidad de trabajar en unas cuantas industrias multinacionales, con el propósito de establecer cuáles eran los empleados más prometedores de las mismas y al contemplar la catadura moral de los ejecutivos, solicitaron que se les permitiera usar la denominada «escala PCL-R», una prueba psicométrica que se utiliza para evaluar a los criminales que tienen tendencias psicópatas.

  Los doctores en seguida entendieron que los técnicos de mayor prestigio, los líderes naturales y los más reconocidos en su proyección profesional, actuaban sin la más mínima empatía, carecían de remordimientos y manipulaban a las personas como si fueran objetos. Las grandes empresas actúan igual que cualquier secta, de modo que tampoco nos extrañan los comportamientos viciados. Estamos acostumbrados a que se ejerza el poder sin contemplaciones, así que buena parte de las relacciones humanas construyen similares conductas. Lo sorprendente no son los resultados, sino el asombro de los psicólogos, que llegaron a comprender que los jefes no sólo se manifiestan como criminales, sino que además lo hacen en público para recibir el aplauso y la admiración de sus iguales.

Un futuro de cristal para las clases más acomodadas
  Si esta gentuza dirige «los mercados» olviden toda esperanza. La clase media más acomodada todavía cree en el veraneo, la playa y las vacaciones y piensan que merecen un descanso para fundirse la extraordinaria. Aunque sea durante una semana. Por esa razón, el barullo que montan los jefes con la deuda les pilla en otro planeta. En ese mundo imaginario se sienten protegidos y observan de reojo y con cansancio las constantes chuflainas del apocalipsis. ¿Recuerdan que sus jefes son unos psicópatas?

  ¿Qué será de ellos cuando desaparezcan sus pagas extra, les bajen el sueldo o los echen a la calle? Supongo que la cosa se pondrá fea de verdad, pero hasta ese instante hay suficientes batallas en curso para preocuparse, y no me refiero sólo a las guerras. Las guerras, aunque nos cuenten películas, se hacen para robar recursos ajenos —petróleo, gas, drogas, agua— no porque sus poblaciones sufran tiranos. Los tiranos no son mas que jefes cuya utilidad para el sistema se ha convertido en un problema.

  Cuando ocurre algo semejante, sus superiores —las grandes multinacionales y corporaciones que los sustentan— deciden acabar con ellos. Les desacreditan mediante propaganda, financian revoluciones falsas y luego entran a saco donde haga falta. Nos dicen que son tiranos como si ayer fueran almas de la caridad. Nos dicen también que los culpables del problema económico somos la sociedad, porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que ahora tenemos que pagar las consecuencias. Todavía no me explico porqué. No tengo deudas ni posesiones, vivo de alquiler y no me gustan los coches ni las teles de plasma. Hasta ahora he sobrevivido sin plan de pensiones ni seguro médico privado. Igual es una cuestión de suerte, quién sabe. Aunque no me considero un ejemplo tampoco me veo como una lacra, pero no me hace ninguna gracia escuchar siempre la misma cancioncilla. Y menos por boca de unos psicópatas. Va siendo hora de que a las serpientes trajeadas les hagan una tomografía por emisión de positrones. Es la única manera de descubrir si en sus cerebros existe algún estímulo relacionado con la empatía o su lóbulo frontal es duro como una piedra.

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