Radio Bemba
miércoles 20 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Es raro que se jubilen los abuelos porque no saben qué hacer con su tiempo. El caso de Fidel, que pasó a la reserva activa - más por cuestiones de salud que por ganas - y que ahora entra en la contemplativa, es todo un clásico. Al abuelo, el cuerpo no le da más de sí, por eso hereda el tenderete su hermano Raúl. Los más finos analistas se preguntan ingenuamente si echará la persiana y traspasará el negocio. Los disidentes opinan que mientras Cuba siga siendo rentable para los Castro, la familia seguirá chupando del bote. Guardan el bote en el lujoso barrio del Nuevo Vedado, con sus guapos chalés fruto de la revolución y todas las comodidades que se niegan al resto. Allá vive tan líndamente el bueno de Silvio Rodriguez y el artisteo afín al régimen, los tecnócratas, los médicos y científicos más punteros. Lograr tres dedos de pintura en un bote herrumbroso para adecentar la cobacha seguirá costando al resto varios días de trajín en el mercado negro. Nos son todos pobres en Cuba, sólo la mayoría.
    En el Hotel Deauville, al lado del malecón de La Habana, todavía cuelgan los diplomas a los compañeros más insignes, los que defendieron el establecimiento de la turba maloliente durante el periodo especial de los años noventa. La cafetería del hotel tiene una hermosa cristalera que da a la calle. Desde la acera puede verse a los turistas europeos ponerse ciegos de comida a la hora del desayuno. Desde la cristalera puede verse a los habaneros ensalivar con hambre. Hoy los grandes héroes de la revolución son los camareros que defendieron los croasanes cuando la peña, en tropel, se lanzó a saco a por lo suyo. Así de duro y así de lamentable es el castrismo tras el muro de la vergüenza de una mampara trasparente. Para tomar aquel hotel en un cuarto de hora enloquecedor no hicieron falta móviles ni consignas. La multitud se fue agrupando mediante el boca a boca, lo que en Cuba se llama Radio Bemba. Mientras estuve allí también tuve la oportunidad de asistir a la toma espectacular de un bloque de viviendas por la policía. No duró ni un suspiro. Asaltaron el edificio como si se ocultara en aquella peligrosa ratonera un retorcido grupo de terroristas y de hecho así fue. Al final salieron los guardias con un artefacto altamente destructivo para la revolución - una máquina de coser - y llevando presas a un par de amas de casa. En cinco décadas, los habaneros han visto el despilfarro de los casinos en la mafiosa época de Batista y el lujo turístico de los hoteles durante el castrismo, pero el viaje del capitalismo al comunismo no les ha sacado de la miseria ni de la desilusión. Eso sí: los médicos los mantienen con la salud de un roble, y en comparación con Latinoamérica son la envidia del continente.

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