Quietos en la mata
sábado 30 de mayo de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Está de moda la mentalidad de aguantar. Veo que mucha gente se viene abajo y la competencia, en cualquier ámbito, respira con alivio. Uno menos con el que pelear —se dicen— ya queda menos para salir de la crisis. La vieja opción del triunfo a fuerza de resistir, la clásica vista a vuelo de águila y en plan rapaz, donde el panorama se esquilma hasta dejarlo limpio de polvo y paja, regresa ante nosotros. Es hora aguardar con paciencia a que el cádaver de tu competidor pase por la puerta y mientras tanto nos mimetizamos, nos convertimos en camaleón. No sólo cambiamos de color para pasar desapercibidos ante la catástrofe económica, quienes se hicieron de oro durante la era de la especulación compran ahora a precio de ganga y los gángsters ocupan el espacio antes del derribo.
    Frente a los ojos se extiende un remake de los años 20, pero sin ley seca, donde se diezman las tiendas y se reorganizan los negocios. Se remienda una y otra vez al sistema, que está decrépito y corrupto, que rasga la participación ciudadana igual que la lija se come los muebles antes de echar un nuevo barniz. Somos comos los pajarillos, que oyen un disparo y en lugar de salir pitando se petrifican, estamos todos bien quietos en la mata. Aguantando el temporal de un verano que se nos echa encima.Viendo en la tele cómo sale del aprieto el patán de Berlusco, patricio cateto y rufián al estilo del difunto Yeltsin pero en mediterráneo, al que un paparazzi le tomó cientos de fotos en Villa Certosa, masión de la Cerdeña donde el mengano se lo pasa en grande. Mientras Italia pone rumbo hacia el fascio, en su forma populista, el caballerete se pone las botas allí con muchachas de corta edad, a las que tildan de menores.
    Entre el amarillismo y la zafiedad, las elecciones que están a un tiro de piedra y las andanzas sexuales de este merluzo venido a más (a tanto, que ha sabido hacerse con las riendas de los medios de comunicación y del propio Estado), la Italia más ilustrada no sabe ya cómo limpiarse las manos de la vergüenza que supone seguir aupando al poder a un individuo tan impresentable. El «papaíto» —así lo bautizó una de las jóvenes, la que se hizo más famosa a fuerza de sentarse en las piernas de este sujeto— ha ordenado que se requisen las fotos donde aparecen otros presidentes de países europeos, con la excusa de proteger la intimidad de las chicas y la de sus invitados a tantos saraos. La magistratura más vendida, que en España constituye «la industria auxiliar de la corrupción», allí es un brazo más del mantecoso archipiélago de las mafias. «Gomorra» ha sabido triturar allí la democracia para crear un zumo de eterna juventud en sus más insignes secuaces, empresarios de lupanar que juegan a ser políticos. ¿Llegaremos aquí a sufrir la misma enfermedad o conformaremos en un futuro una versión «diferente»?

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