¿Quién se las verá con Piolín?
martes 11 de marzo de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Cuando salió al balcón de la calle Génova acompañado de su mujer - o eso me pareció a mí porque no la conozco - y le dijeron a Rajoy que pegara unos cuantos botes, este doctor Bacterio, el de la niña, soltó que igual se caía el tenderete si se ponía a brincar de la emoción. Y era verdad. Aunque la tirria le bullera por dentro, el tono de autoconmiseración, la pena de haber llegado al final de su carrera política y de no poder culminarla siendo presidente de gobierno (que es lo que llena de gloria excelsa a cualquier politico), le indujo a sentirse víctima de su propio empeño y le faltó el canto de un euro para echarse a llorar. Tanto agitar las tormentas, tanto arrastrar sus silbantes pronunciaciones y su nula telegenia por las plazas de toros del país, no le había conducido a otra cosa que a ser el eterno jefe de la desagradable oposición. ¿Arrojaría por fin la toalla y diría adiós desde el andamio a sus más castizos fieles? ¿Sería verdad lo que estaban viendo mis ojos o era tan solo un espejismo?
    Los conservadores, tras su derrota en las urnas y aunque avancen cinco escaños, han alcanzado su techo electoral. No hay más cera que rascar entre los neocon. Están todos los que son y son todos los que están, pero así no se llega al poder ni se gobierna España. El peligro de Rosa Díez (con trescientos mil votos en Madrid - los mismos que el PNV en Euskadi - y gastando cuatro perras en la campaña) es una seria amenaza para el Partido Popular. La única manera de dirigir la orquesta es aproximándose al centro social, que fue el invento de Suárez en la transición. Ocurre, sin embargo, que no tienen un individuo presentable, al estilo de Gallardón, sentado en el Congreso. Ya se ocupó doña Esperanza de quitárselo de enmedio. Si no pueden actuar como liberales, al menos habrían de optar por la zona más neutra. Es de cajón que para este viaje no se necesitaban alforjas tan prominentes, insultos tan baldíos ni vociferantes desmembramientos patrióticos. Si finalmente Rajoy deja el sillón orejero de su partido esta tarde, a mi juicio no debería de sentarse en él otra persona de la misma cuerda. Esperanza Aguirre, la esperpéntica madre que recibe en la sede a Rajoy tras sus derrotas en los debates de la tele, esperaba este momento: su última oportunidad. Jamás dudó en gritar que iban viento en popa, de modo que ahora se relame del gusto y presentará batalla para coger el relevo en la dirección en su partido. Esto es precisamente lo que le interesa al PSOE, que terminen los conservadores haciéndose el harakiri. Los medios escritos de comunicación de la derecha (El Mundo, La Razón y el ABC, cada uno en su estilo), optan sin embargo por dar un giro liberal al PP, aunque no encuentran un sustituto adecuado entre los suyos. Al anciano y prehistórico Fraga Iribarne se le antojaba Gallardón como un buen alevín, pero ya no hay vuelta atrás ni forma de sentarlo en el Congreso... Mal rollito.

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