Punto de inflexión
miércoles 29 de julio de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    No es bueno quedarse en casa, y menos en la casa cuartel, el verano se ha hecho para conocer otros mundos. Tras el atentado de Burgos sonará cruel y hasta fuera de tono comenzar un artículo con estas palabras pero es que nada ocurre a lo tonto ni por casualidad, y conviene saberlo. Los chicos de la bomba aparecen siempre en el momento oportuno, cuando retratan a Aznar enseñando sus carnes prietas en Cerdeña y publican la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, en la que se afirma que los herederos del señorito de las Azores van por delante de Peta Zeta en la intención de voto para la próxima temporada electoral. Justo ahora llegan los nenes del petardo, en el preciso instante en que doña Espe le monta una fiesta de cumpleaños al ministro del interior, sonrojándole hasta más allá de las orejas y haciéndole soplar las velas de una tarta de chocolate. Ahora que dimite el tesorero del partido conservador y hace masa química con su escaño del Senado para que no lo trinque la pasma, es cuando vuelven los dinamiteros a regar de sangre las noticias. Sesenta heridos. Dicen los comentaristas políticos que esta peña tan tronada va dando tumbos, que está completamente acorralada y que cualquier día se rinde. Como siempre se escucha la misma canción es fácil que por un oído te entre y te salga por el otro. Sólo hay dos oídos y demasiado ruido de fondo.
    Hace tiempo que el bombazo abandonó el «hit parade» de las pesadillas peninsulares, la libreta de ahorros y la gripe A tienen ahora más «punch». Pero, ¿seguimos siendo unos impresionables o estamos ya curados de espanto? Los jefes están convencidos de que aún nos falta un rato para que no nos quepa un piñón por el culo. Fíjense, si no, en el teatrillo que han montado los políticos de las Cortes de Aragón para fingir que riñen o se separan, cuando hasta hace poco eran como el jugo y la pepita del mismo melón. Cualquier broma bien interpretadada era hasta hace tan sólo unos años capaz de hipnotizarnos durante meses. Bastaba con soltarla por el telediario y nos la tragábamos hasta el colodrillo. La guerra de Kuwait y de Irak, con el apoteósico y salvaje desenlace de las torres gemelas, se nos antojan hoy unos clásicos del tocomocho universal. Pero en su momento eran una verdad isoslayable, el vivo ejemplo de que una imagen vale más que mil palabras. Aunque la pregunta del millón sea siempre la misma —¿a quién beneficia un crímen?— nos resistimos a ver que una masacre o un atentado pueda favorecer a ciertos grupos de presión económica. Es más simple que los matarifes sean unos descerebrados a sueldo de una vulgar organización independentista. Así nos los pintan, pero una cosa no quita a la otra. ¿No es fascinante?
    Como todo hijo de vecino, hasta que no se demuestre lo contrario, tiendo a tragarme lo que me echen. Reconozco que algún cómic, como el de Bin Laden, me cuesta más digerirlo. Que un ricachón jeque barbudo tenga a raya a los ejércitos y policías de todo el planeta suena a tebeo cutre. Y si realmente es así, con los tiempos que corren, es porque interesa. No digo a los gobiernos, que al fin y al cabo son unos mandados, si no a la gente que de verdad maneja la pasta gansa. De la misma forma que subsisten las ideas sobre el bien y el mal, los multimillonarios que mueven el mundo necesitan construir antítesis para meternos en vereda. Y la mejor de todas es la violencia gratuita e indiscriminada contra la población civil. Hasta que se inventaron un enemigo con turbante, el malo de la película global era encarnado como el mismo diablo. Esta mentira funcionó durante décadas, hasta que se descubrió que al otro lado del telón de acero no había otra cosa que hambre y miseria. En Hispania, entre tanto, a los malos también les pasaba algo en la boca, además calzaban una chapela y eran vascos, no debería sorprendernos tanto que surjan algunas malinterpretaciones. Acostumbrar a la gente lleva su tiempo y la sugestión, para que produzca beneficios, exige buenos desembolsos de dinero y de energía.
    Siempre he creído con cierto pasmo y horror que somos unas marionetas en manos de cuatro chiflados sin escrúpulos. Igual no tienen nada que perder o lo tienen todo en juego, el asunto es hipnotizarnos. Una vuelta de tuerca más, si no salta el engranaje, podría ser la señal definitiva para que los socialdemócratas se pongan las pilas. Si no acaban con el desempleo y ni siquiera con los dinamiteros, las mangancias de los conservadores importarán entonces una higa. Enseñan cachas en las playas italianas, se dan el capricho de regalar tartas e incluso escenifican rupturas en los parlamentos regionales. La baraja está cambiando de manos. Y se nota.

Articulos
Primeras Publicaciones 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 — 2001 2007 2008 2009 2010 2011        
Cronicas Críticas Literarias Relatos Las Malas Influencias Sobre la Marcha La Bohemia La Flecha del Tiempo