Los etcéteras
jueves 6 de diciembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Con motivo de la Expo, la alcaldía de Zaragoza está redactando una ordenanza cívica. A parte de los bonitos ripios y la correspondiente lista de buenas intenciones, cuando se habla de reglas de obligado cumplimiento se adjunta un rosario de penas para los infractores. Como algunas multas figuran ya en el borrador, ahí van unas cuantas perlas. Por ejemplo, la sanción de mil quinientos euros por hacer botellón en la calle. O la de setecientos cincuenta - en adelante - por hacer las necesidades fisiológicas, desde soltar un lapo a mear o cagarse en la vía pública. Una vez que se entra en el campo de las prohibiciones resulta inevitable cuantificar los castigos , así que la ordenanza está dando lugar a un debate sobre la convivencia ciudadana. Según el alcalde no se vale sacar la basura antes de hora. Tampoco se puede tender la colada en la fachada del edificio o colocar macetas en el alféizar, y menos aún armar jarana en las casas fuera de hora. Pegar carteles o repartir octavillas, lavar el coche y un montoncillo de actividades (desde las barbacoas a la acampada) quedan regladas por el consistorio en este borrador que las asociaciones de vecinos están leyendo ahora. Ahora que no hace ni una semana que en mi barrio se majaban a navajazos una recua de jóvenes atrapados en su masculinidad y que la asociación de vecinos se llevaba las manos a la cabeza profundamente alterada, el reglamento de una nueva ordenanza se observa al microscopio de cientos de prejuicios. La ordenanza llega a cada barrio en su momento especial y cada cual tiene preparados su memorial de agravios y su cúmulo de penalidades, de modo que surgen auténticas leyendas escritas al margen del borrador inicial, no sólo en los cantillos de la página sino en prietos dosieres del tamaño de biblias. Lo chungo de la descentralización municipal, si va de veras y no es un chiste, pasa por echarse al coleto y tomar en consideración las opiniones que se recaban. Se dispone así de una información de primera mano y a la vez de un barómetro político de gran importancia. De algún modo se comprende la diferencia entre la realidad y la ficción política, se le toma muy bien el pulso a la gente. Sin embargo se echa en falta cierta imaginación para resolver los conflictos, la prueba es que muchas de las reglas son repeticiones de otras que están en vigor. Otra cosa es que la gente no lo sepa. Y ya es mala señal, porque la ignorancia no es un eximente. La única novedad estriba en que la ciudad ha multiplicado el número de policías y que curiosamente el consistorio ha subido la tarifa de las multas. La diferencia entre una administración recaudadora y una administración resolutiva es visible también en las ofertas que promueve y en las alternativas que facilita para las excepciones que se produzcan. Se podrá o no estar de acuerdo con el botellón pero la realidad es que no existe un botellódromo alternativo. Una persona que trabaja por la noche, ¿cuando saca la basura? Y si no tienes patio de luces, ¿dónde tiendes?

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