Lo bizantino
jueves 20 de agosto de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    Con el calor que pega la gente discute por nimiedades, y como además se lleva poca ropa encima, tarde o temprano saltan las charletas sexuales y hacen masa con los chismes. Gracias a la caja boba, que aplaca el entretenimiento ocular mediante fabulosos cuerpos que nadan o corren en competiciones internacionales, los legos en semejantes materias matan el rato haciendo cábalas sobre la belleza o la fealdad de los que participan en las pruebas. El campeonato mundial de atletismo acaba de levantar la polémica de siempre sobre la corredora sudafricana Carter Semenya, que debido a sus rasgos faciales levanta dudas en torno a su género. ¿Chico o chica? ¿Acaso por tener colgajo se puede batir al resto de las atletas?
    Ethel Manyaka, jefa de prensa de la delegación sudafricana, ya está cansada de repetir que Carter Semenya ha pasado por las suficientes pruebas de género como para resolver tan entrañables cuestiones, pero su androginia se le antoja a muchos hombres tan evidente que si de noche se toparan con ella en una calle solitaria lo mismo eran capaces de cambiarse de acera, así que esta muchacha de apenas dieciocho tacos en todas las competiciones que participa acaba siendo pasto del cotilleo. La popularidad televisada de los deportes, cuando no se tiene nada mejor que hacer, reduce el valor de cualquier campeonato del mundo a dilucidar estas sandeces.
    Sheryl Weinstein, una de las examantes de Bernard Madoff, el individuo que metió el pelotazo del timo piramidal a cientos de famosos y millonarios, acaba de rajar ahora en un libro de próxima publicación que el estafador, como compañero de cama, es una tristeza de hombre y que además no está bien dotado. La venganza de Sheryl —antigua tesorera de Hadassah, la asociación de mujeres sionistas de yanquilandia—, que confió una parte de su herencia al timador y que al descubrir luego que se la habían dado con queso por poco cae en la tricotilomanía, no se limita a emborronar la vida sexual de Madoff sino que también le acusa de fumar marihuana con cierta asiduidad. No sólo estamos hablando de un adúltero ladronzuelo, sino también de un drogadicto. Lo mismo descubrimos con el trascurso de los años que Madoff era un pederasta y un asesino, lo curioso es que toda esta gente sabía de antemano con quién se estaban jugando los cuartos y sin embargo jamás pensaron que tantos efectos lo incapacitaran para dirigir la bolsa del Nasdaq o sus más codiciados tesoros, así que nos encontramos de nuevo ante una discusión bizantina.
    Fidel Castro, en una nueva entrega de sus «Reflexiones», que publica hoy en exclusiva el diario Granma —el único de la isla—, ilumina a sus se- guidores con una versión apocalíptica del futuro, donde los robots irán sustituyendo a los soldados del imperio en las guerras y a los trabajadores en sus puestos de trabajo. Está claro que este abuelo no ha visto series ni películas de ciencia ficción, tampoco la Guerra de las Galaxias. Ni siquiera ha visitado de cerca una fábrica de automóviles. Desde la óptica cubana, donde resulta imposible hacerse con una antena parabólica, este hombre barbudo corre el riesgo de convertirse en cuentacuentos de un montón de gente aislada. Su indiscutible bizantinismo, tan ególatra como proverbial en sus inagotables discursos —cuando el cuerpo físico se lo permitía— ahora que tan sólo le rige el cuerpo astral puede alumbrar al mundo hasta hacerlo reventar a fuerza de carcajadas. Actualizarlo sería un error, es más práctico entregarle un lápiz y dejarlo a solas. Ya se encargará él de ir aproximándose a los héroes friquis de este milenio, modelo Ander Cherán. Fidel Castro descubrirá las sopas de ajo y dándole tiempo al tiempo igual se cree la reencarnación de Julio Verne. Desde ese instante entraremos todos en fase paranormal.
    España está muy avanzada en analizar los fenómenos extraños, por eso barajan los medios de comunicación que tal vez el ataque de insania que sufren los del PP, con su respectiva paranoia de escuchas telefónicas y demás martirios, seguramente tiene una causa más bizantina. La aparición veraniega de Rosa Díez, clamando a favor de la mítica unidad de España, podría restarles votos. Rajoy, que ha llegado a ponerse de ejemplo en la época que fue ministro del interior—desconozco si aún existe la abuela de Rajoy, porque sólo tengo noticias de la niña—, intenta de esta manera deslumbrar al populacho con su caballerosidad y buen hacer cuando estuvo al mando de la policía, una labor tan maravillosa que extiende al señor Acebes, de tan infausto recuerdo por la Kangoo. Sin embargo, se siente inquieto por la presencia de otro partido conservador mordiéndole las canillas, la UPyD de Rosa Díez.
    Este partido, cuyas siglas sugieren alguna flatulencia, emplea una jerga similar a la del PP con la ventaja añadida de no tener todavía a políticos pendientes de un sumario judicial. Las encuestas auguran a doña Rosa un fuerte tirón en los próximos comicios, de modo que los populares se ven obligados a gritar más fuerte y soltar más burradas para captar la atención. Es posible que ambos grupos terminen discutiendo entre sí por cuestiones bizantinas, sobre todo ahora que el Tribunal Constitucional tiene que dictar sentencia sobre la legalidad del Estatuto de Cataluña. Los diputados de Esquerra Republicana están amenazando con abandonar el Congreso y piden la misma conducta al resto de los catalanes que tienen representación parlamentaria, así que se nos avecina un otoño de lo más luciferino. Hasta la gripe A corre el riesgo de convertirse en una discusión bizantina, comparada con la monserga política que se nos tragará vivos.

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