Lenguaje de signos
lunes 11 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Ahora que han comenzado a llenar las calles de carteles y que la policía municipal comienza a buscar a los que tendrán que comerse el rollo patatero de las votaciones del 9 de marzo en vivo y en directo, es decir, a pie de urna y contando los votos, podemos decir que comienza - realmente - la campaña electoral. Uno de los asuntos más chocantes, a mi juicio, de la precampaña que acabamos de sufrir se ha centrado en la captación del voto mediante el lenguaje de los sordomudos; un suceso que no se había visto nunca por estos lares. La entrada de los artistas con nombre, las firmas más conocidas de la música y el cine, y el empleo del lenguaje simbólico, netamente gestual y críptico para la mayoría, supone un punto de inflexión en la carrera monclovita. Hasta ahora lo máximo que se había conseguido en la adaptación de los sordomudos pasaba por colocar a un intérprete al lado del candidato, una persona que gesticulaba en silencio. Era un detalle que no pasaba de ahí, un reflejo colorista y distractorio para los que tenemos la fortuna de ver, oír y hablar a la vez. Con frecuencia, en los espacios electorales, y para ahorrarse el salario del intérprete, se ha echado mano de los subtítulos. Sin embargo ahora, los artistas de reconocido prestigio, entran en campaña enarbolando un gesto que simboliza el apellido del presidente de gobierno en funciones y que, situado sobre el arco del ojo, enmarca en una especie de acento circunflejo las angulosas cejas de Zapatero. Este monóculo en clave de mímica, esta añagaza de la creatividad publicitaria, es un acierto que podría situarse al mismo plano del "pásalo" en los mensajes de móvil la triste noche del atentado de Atocha en que los conservadores se empeñaron en ocultar la verdad. Sería una pena, una vez hallado el filón, que no se continuasen utilizando las "claves secretas" del código de los sordomudos durante lo que resta de campaña. Máxime, una vez comprobados los resultados. Los peperos se han puesto de los nervios con los artistas, a los que calificaron de untados - supongo que por la sociedad de autores - y se lanzaron a aplaudir a los anónimos, a los que no llegan a fin de mes y a duras penas consiguen salir adelante. Como si los conservadores, cuando estuvieron en el poder, se hubieran ocupado en alguna ocasión de los artistas, se lanzaron al ruedo de las descalificaciones criticando a los que participaron en apoyo de los socialistas con especial crudeza. Supongo que todavía no les han perdonado las críticas que recibieron por su lamentable incapacidad -nótese que evito hablar de mala fe- cuando manipularon en beneficio propio las informaciones sobre el doloroso atentado del 11 M, previo a las pasadas elecciones. Precisamente fueron los artistas los que levantaron la voz públicamente denostando la actitud del gobierno de Aznar y todavía se recuerdan los lamentables insultos que profirieron las huestes del PP a los titiriteros y faranduleros. Si tanto les gusta emplear este tipo de profesiones como si fueran insultos, no se comprende después que les hagan un monumento. Son los titiriteros y los faranduleros los que no llegan a fin de mes, porque Serrat o Almodóvar, por citar a alguien, gozan de una saludable cuenta corriente y ya están curados de espanto.

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