La ruina caracolera
miércoles 19 de septiembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Nos empeñamos en vivir en las ciudades y que el pedazo de suelo en el que ponemos la cama sea de nuestra propiedad, de modo que hipotecamos no ya una existencia sino varias reencarnaciones. Todavía recuerdo la época en que parecías tonto si vivías de alquiler. El arrendamiento era sinónimo de tirar el dinero, con lo bonito que es prenderle fuego directamente. Los que defendían este croquis piensan ahora que en lugar de seguir enterrando la pasta en el cochino apartamento, por la misma cifra podrían costearse un chalé de alquiler en el Zurullo, que es una urbanización de mucho pedegrí. Pero un interior luminoso de sesenta metros, allá donde Samsón perdió la boina, no se vende ya ni a precio de escritura. El terreno está muy machacado, dicen los expertos. Hace tiempo que se rozó el absurdo y cuajó sencillamente el delirio, es lógico que el negocio de la construcción se vaya desinflando. ¿Hasta dónde pensaban llegar?
    No lo sé. Los alarmistas califican este bajón en las ventas de ruina caracolera. Dicen que se nota hasta en la Expo, parte de cuyo suelo salía en subasta pública por 160 millones de euros y se quedó en los sesenta mondos y lirondos. ¿Hay que tomarlo como una referencia? Los economistas, para quitar hierro, prefieren hablar de burbujas. Una burbuja no es una explosión incontrolable, pero el tamaño de la pompa está llevando a las inmobiliarias a cerrar sucursales. Desconozco si logran vender el local o tan sólo lo traspasan, pero da gozo verlas echar la persiana. La persiana es el símbolo redondo de la recesión que se nos avecina, donde habrá gente condenada a pagar un piso que nunca se acabará de construir. Los estudios de ingeniería social, llegado el caso de un futuro tan imperfecto, auguran que la ocupación de edificios abandonados - a fuerza de ser tantos - podría convertirse en un fenómeno de masas. Tal vez sea esa la causa por la que el Gobierno se ha lanzado a la caza de votos poniendo más fácil el alquiler. Sería más sencillo si penalizara el barbecho, pero no se atreve. Miles de viviendas aguardan vacías a que lleguen tiempos mejores en una próxima especulación, siempre ha sido así y se continúa permitiendo a sus propietarios semejante despilfarro. En Holanda, sin ir más lejos, no ocurre lo mismo. Tener un piso vacío cuesta un dineral en impuestos, lo que de alguna manera obliga a los propietarios a ponerlos en alquiler. Es una forma indirecta de bajar los precios.

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