Horquillas invisibles
jueves 13 de diciembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    El partido socialista anda estos días buscando caras para su póster electoral. Comprendo que desde una perspectiva populista el fichaje de Bono pueda resultar rentable. Entiendo también que desde una óptica más tecnócrata pueda ser práctico exprimir de nuevo a Solbes. Pero a mí el que me da pena que pueda caerse de la lista es el ministro de asuntos exteriores, que lo está pasando muy mal el hombre. Y eso que apenas se le nota porque es todo un profesional. El runrún le carcome por dentro y aún así demuestra que es capaz de salir de cualquier atolladero. Sobre todo si se le da tiempo al tiempo. Lo que pasa es que no se vende bien en el plano personal. O que ya está más quemado que la pipa de un indio. No se sabe. La última que está logrando enderezar es la metedura de gamba que tuvo el monarca con el dictadorzuelo venezolano. Para la diplomacia es vital mantener las formas al margen incluso de los hechos consumados, porque la imagen se deteriora un montón si te sobras en público. Desconozco qué tipo de remiendo empleó el ministro para coser otra vez el traje, pero la última foto del príncipe en Argentina dice bastante del hilo que gasta. Al margen de las manipulaciones y chascarrillos que han volado durante estos días a ambos lados del charco, el exabrupto del rey contra la verborrea proselitista del que se cree reencarnado en Bolívar dejó las relaciones a expensas de una disculpa. Esta brasa quedó en el aire cuando Chávez consiguió reaccionar, es decir, cuando le avisaron de que ya era hora de salir del estado de shock y entrar en otra órbita. ¿Cómo se consigue una rectificación de estas características sin despojar a nadie del pedestal en que se coloca? La manera más simple es por reducción de ámbito. Considerando el problema como un asunto familiar, bien puede el hijo interceder por el padre y allanar las impurezas. El extraño encontronazo entre jefes de estado se diluye así en una algarada de compadres, en la batallita del abuelo o en una mala digestión. En cualquier caso un mal día lo tiene cualquiera. La finura de un diplomático se caracteriza por la elección del momento para intervenir. Se ha aprovechado una ocasión en la que el sujeto a convencer y el que viene con el anzuelo están en horas bajas. Chávez, ante el asombro del mundo, acababa de perder el referéndum que él mismo convocó para perpetuarse en la poltrona. Se daba por sentado el pucherazo y resulta que el ogro, o no es tan fiero como lo pintan o es un cretino integral, un pagado de sí mismo como hay pocos. A la casa Real no le interesa estar en portada y mucho menos en la del Jueves. Tempoco le favorece estar en las del corazón por un divorcio a la antigua. Y quiere sacarse la espinita de ser el orígen de un batiburrillo con uno de los mayores países exportadores de petróleo. Así que a los protagonistas del por qué no te callas les conviene avenirse a razones. Y Moratinos, que ha demostrado de sobra que es un magnífico celestino, al fin y al cabo es un interlocutor de probada solvencia en el conflicto entre palestinos e isrealíes, va poco a poco resolviendo este entuerto. Tal vez no sea imprescindible, al fin y al cabo la diplomacia española se caracteriza por sus habilidades a larga tirada, pero acompañado de un secretario de estado más agil y seguro que más joven también podría adquirir una dimensión distinta. Deberían de buscar a alguien de rápida reacción y que sepa combinar la lenta maquinaria de siempre con la brillantez de una apuesta al instante. Si algo se vio en el manoseado video del por qué no te callas es la ausencia gestual del ministro, que se encontraba en medio. Los magos de la diplomacia consiguen dar vuelta a las situaciones adversas in situ y en directo, así que conviene ampliar el registro de cualidades o contratar a un experto en horquillas invisibles.

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