«Fast Pass»
lunes 26 de mayo de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Mientras los aviones a reacción sobrevuelan Zaragoza, el alcalde sale del Pilar bien enfundado en su banda roja y empuñando el bastón de mando, lo que provoca pitos entre los laicos, que están hasta el gorro de soportar la confusión entre las instituciones públicas y los negocios religiosos. La obligación de asistir a la procesión del Corpus Christi para todos los concejales del ayuntamiento se saldó ayer con las bajas de CHA e IU, pero el resto de los políticos cumplieron las normas como jabatos, señal inequívoca de que les mola darse el pingüe entre los curas y se sienten muy orgullosos de ejercer como católicos. Los demás, aunque no puedan colocarle una vela a la Virgen, siempre les quedará el recurso de ir a los tótems que instala la Expo en Ranillas. Los mandamases de la Exposición Internacional están llenando de tótems el meandro para que los indios tengamos algo que adorar durante el verano. Nadie ha visto ninguno todavía, de modo que los imaginamos a la antigua usanza, labrados en madera, al modo sioux o en plan esquimal, sin embargo son distintos. Los que saben de tótems, cuentan que son kioskos electrónicos, igual que los cajeros automáticos, y que expenderán reservas para acceder a los pabellones. A la burguesía maña las colas les echan para atrás, de modo que han organizado un tingladillo de tótems para despistar a los indios y que hagan fila en otra parte. La gente guapa, los vips, conseguirán los tickets de una forma menos descarada, todos sabemos que no les gusta dar el cante mientras se cuelan al populacho. El follón y las aglomeraciones se darán por lo tanto alrededor de los treinta tótems, donde estaremos dando gritos y botes el pelotón de los nadies. Sólo tendremos derecho a una reserva, para evitar de esta manera nuestra tradicional tendencia a la picaresca y si queremos ver otro pabellón estaremos obligados a sobar de nuevo el tótem. Nos vamos a pegar la Expo de tótem en tótem, espero que les pongan nombre y representen distintas deidades para eludir la deslocalización y que los niños no se pierdan. A la impresentable idea de llenar de tótems la Expo la denominan los técnicos «fast pass», que es más chachi porque anglosajoniza las filas y sacraliza tecnológicamente los coladeros. Servidor, que se cree ciudadano del mundo, ha pedido a Naciones Unidas un pase eterno. De esta manera me evitaría tocar chufa contínuamente. En la casita de chocolate, o lo que es lo mismo, en la Casa Solans, me han dicho que ya veremos y mientras tanto me imagino perdido en el jeroglífico de los tótems para coger la vez y perder los nervios, porque el invento de los tótems está pensado para que nos gastemos el sueldo en entradas y amorticemos rápidamente el evento. Se hace por nuestro bien, como siempre. Siempre que se planea algo en nuestro beneficio es peor de lo que había. Si de verdad quieren evitarnos las filas, que conviertan los ordenadores en tótems y podamos acceder directamente desde casa para reservar nuestra entrada al sitio que nos guste. Pero tanta democracia directa es un problema insalvable, por eso nace el «fast pass», que es una mala réplica de coger número en la pollería. A punto de que se suiciden los artesanos sirios que montan la noria mesopotámica, porque llueve cuando le viene en gana y lleva así desde mediados de mayo, los jefes de Expolandia se comen las uñas y bailan alrededor de los tótems para que salga el sol y se pueda acabar todo el circazo. Hasta los catalanes se dan cuenta de que los embalses están a punto de llenarse y que lo mismo tienen que salir en procesión para que deje de caer el agua.

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