Factor R2
lunes 11 de julio de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

   Soy de los que piensan que el PSOE, dentro de poco, dejará de existir. Le pasará como a la UCD de Suárez que, una vez rematada la faena de la transición, desapareció del mapa sin dejar rastro. Cuando dices estas cosas cierta gente te mira espantada. Ahora menos, porque gracias al 15 M da la impresión de que no estoy de atar, pero hace un cuarto de siglo si te expresabas en estos términos quedabas como un merluzo. Mientras la peña ha ido comprendiendo que los políticos se aburguesan y enriquecen con igual empeño que los ejecutivos o los banqueros, yo he tenido la fortuna de encontrar un refugio político sin dar el cante en exceso. Ahora no está tan mal visto soltar que no hallas diferencias entre PSOE y PP, así que tampoco resulta tan extraño pensar que uno de los dos sobra en el panorama. No es lo mismo un partido coyuntural, al estilo de la UCD, glorioso invento que montó el régimen anterior para cambiar de modalidad (o de paradigma, que se dice ahora), que actuar como el PSOE o Esquerra Republicana, que llevan más de cien años en la pomada. Pero artefactos más grandes han caído y nadie los echa en falta. Sólo hay un problema.

   Rubalcaba y Rajoy no me inspiran ninguna confianza. No es que los haya tratado alguna vez, es que me parecen la misma persona. De hecho, cuando me someto a esos espacios de humor que llaman telediarios, con frecuencia equivoco a ambos sujetos. Ya sé que uno es calvo y el otro no, que manejan la hipocresía desde dos ópticas distintas, pero me ha costado entender que no son hermanos gemelos y en el colmo del paroxismo descubrí ayer que uno de los dos lleva gafas. No me pregunten cuál, porque estoy convencido de que lo hacen adrede. He podido comprobar que no soy el único que los confunde, a los usuarios de twitter les pasa lo mismo. Hablan del «efecto R», del «factor R» o simplemente de R, y a los cinco minutos ya no sabes si se están refiriendo a Mariano R o a Alfredo R, de modo que te zambulles en el caos como en una prueba de ingenio.

   Para evitar estas tretas y otras de peor calaña, estoy de acuerdo en que los políticos tendrían que cobrar, como mucho, el salario mínimo y que al jurar el cargo, aparte de investigar sus bienes, algún aficcionado debería implantarles un dispositivo de seguimiento, a ser posible con cámara y audio. Lo ideal es que no lo supieran, de este modo tendría sentido que fueran tratados como honorables, que dispusieran de privilegios ante la justicia o la policía e incluso que viajaran en coche oficial. Sus andanzas se transmitirían en abierto por internet y de tener éxito podrían convertirse en una especie de Gran Zutano. Si además les clavaran controles antidoping y pruebas de alcoholemia de manera aleatoria en cada sesión seguro que lograríamos enderezarlos un poco. Nunca se sabe, aunque en los casos extremos, como el de las evidentes similitudes de R & R, siempre sería necesario que les hicieran una prueba de ADN, no vayan a sufrir desdoblamientos. Muchas personas creen que los políticos viven en un universo paralelo, así que cabe la posibilidad contraria: que varios políticos vivan en un mismo cuerpo —como ZP— o que en realidad sean una sola persona con cuerpos distintos pero muy parecidos (caso de R2). Prueben a calcar sus fotografías y entenderán de lo que estoy hablando.

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