En la cuerda floja
jueves 6 de noviembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Los conspiranóicos afirman que Bin Laden es un montaje de la CIA, que murió en la cama con el riñón bien cubierto y dejando a la familia un pastón fabuloso. Como nadie sabe qué es de su vida ha entrado en la leyenda. Ahora resulta que uno de sus diecinueve vástagos pidió asilo político en el aeropuerto de Barajas y al no demostrar que estaba en peligro de muerte le mandaron a descaparrar. Ni siquiera Garzón se ha interesado en el asunto.
    A los billetes de quinientos euros, que apodan «binladen», no les ocurre lo mismo, piden asilo en los negocios y los acogen tan rícamente. Falta liquidez pero el dinero fluye por los oscuros desagües de la economía sumergida cantando la Traviata. La ópera que escuchamos al otro lado de las alcantarillas es tan sólida que aburre al plomo. ¿Cómo es posible que los mensajes publicitarios sigan dando la brasa en los periódicos, las radios y televisores del país? ¿No iba a desplomarse la economía en pedazos? O los medios de comunicación han bajado los precios o los anunciantes pagan en dinero negro. Si me equivoco, el día menos pensado tendrán como único espónsor al cobrador del frac, después contratarán a unos matones y les saldrá un socio mafioso. ¿Petarán las revistas del corazón? Ojalá, pero hasta entonces, como la información se manipula en secreto hasta el punto de ocultar los infartos de los directivos, no queda más remedio que hablar al pedo. Los rumores son la carnada de la especulación, la sal de la crisis, y a río revuelto ganancia de pescadores. Nos conviene creer en Obama y soñar que arreglará el mundo. Al menos hasta que se reúnan los jefes en el punto G, donde a Peta Zeta le han reservado un taburete, y nos ajusten la correa al cuello.
    Mientras salimos de dudas, vuelve a estar de moda la bombona de butano y con el tiempo regresará el quinqué. Las eléctricas le han colocado un informe al Gobierno para que les deje subir la factura más de un 30%. Es tan buena la estrategia que igual nos clavan un 10% y tan contentos. Hay que darnos la puntilla rápidamente, no sea que cojamos aire y nos subamos a la parra. ¿Para qué cambiarán la hora cada semestre si suben el precio de la luz? ¿Están aplicando la tectónica de placas a la industria o ha llegado el momento de las energías renovables? La ocasión la pintan calva. Si los jeques se hacen con las placas solares de medio planeta y bajan el precio del crudo, ¿merece la pena abrir nuevos pozos en Alaska? Sería una sandez porque ni siquiera se compran coches. En lugar de fabricar bicis, ¿acabarán los políticos nacionalizando la Opel? ¿Habrá llegado la hora de vestirse al estilo de Paco Clavel? Si resulta más caro adquirir un litro de leche que uno de gasolina, ¿le cogeremos el gusto a tomar café con gasoil? Eso parece. En la tele siguen vendiendo automóviles en vez de leche, será que quieren acabar con nosotros por descalcificación. A los que sobrevivan, dentro de unos años tendrán que implantarles huesos de plástico, sólo así subirá el petróleo. A los más jóvenes les importa un bledo, ni leen los periódicos ni ven la caja tonta, consiguen las teleseries por internet y se ahorran la publicidad. Para vivir de manera absoluta en un mundo virtual, lo único que les falta es pixelizar el vientre mediante impulsos eléctricos, que sería otra forma de saciarse. A nadie se le ocurre retomar la vieja idea de las comunas y ponerse a plantar nabos, hay que estar gagá. El mundo ha de seguir como hasta ahora o no seguir. No sabemos hacernos un jersey ni una bufanda, los tejen en China por cuatro céntimos y se están quedando con todo el percal. A mí me parece que los chinos pueden ser un enemigo creíble porque los rusos, y últimamente los árabes, dan muy poco cuartelillo. No cabe duda de que se esmeran, sí, pero con los sueldos que cobran los jefes no se amortiza ni la mitad del cuento.

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