El triunfo de los ortópteros
lunes 8 de junio de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    El periódico ha amanecido hoy sembrado de círculos, helados en barra de múltiples sabores y mogollón de porcentajes, igual que si fuera uno de esos dosieres que reparte el jefe a sus ejecutivos poco antes de largarles un rollo de muerte. He buscado el dvd de Berlusconi, celebrando con una orgía salvaje su último éxito electoral, pero no venía. El periodismo de investigación siempre se queda corto cuando más lo necesitas. En cambio me han regalado la vista con las fotos de Rajoy y su panda en el balcón de la calle Génova. Esta gente no cae en la cuenta de que, cada día que pasa, se parecen más a los comisarios del PCUS, cuando asomaban la jeta desde el Kremlin para echar un vistazo a los extras. No hubo desfile militar, ni tanques ni pepinos, tan siquiera el paso de oca, pero la fachada es igual de horrorosa. Lo bueno que tiene la radio, frente a la televisión o la prensa escrita, es que te evitas la contemplación de unas imágenes que vistas en crudo dañarían nuestro equilibrio emocional. También te libras del voluminoso dosier, y aunque te rompan el tímpano puedes abstraerte y llegar a la simpática conclusión de que la catástrofe tampoco ha sido para tanto.
    Una muestra de que Europa sigue siendo una entelequia, es que la peña pasa la vista por el informe y encuentra siglas tan raras que necesita ponerse las gafas, porque si no lees los paréntesis no te aclaras. Hay que buscar en los corchetes y en los asteriscos, igual que en la propaganda de los bancos o en las ofertas del súper, para hacerte un croquis peninsular. Es tal el caos de partidos que nutren un parlamento tan voluminoso como el europeo  que nos parece que estamos viviendo en  la China,  así que el personal se aburre pronto, entra en barrena y busca las páginas de fútbol, las esquelas y los chismes, que molan una barbaridad. Que hayan pillado al pequeño saltamontes en Tailandia dentro de un armario y con una sirga bien atada a los testículos tiene más «punch» que encontrar frito a un político inglés con una bolsa de plástico alrededor del coco. La pasión política se aproxima con frecuencia a la mentalidad de Tarantino, pero suele ocultar sus miserias judicialmente para no dar el espectáculo completo en un solo episodio. Así que va por entregas.
    Todavía se recuerda el show de Pedro Jota con Exuperancia o el no menos fascinante de Roldán, al mando entonces de la guardia civil. Es difícil superar la estampa de que te pillen en calzoncillos, asistiendo a una farra con farlopa por las mesas y en pleno burdel, pero una vez visto el cromo se te queda en las retinas. Por estos pagos, que hemos visto caer secos a diputados en El Madrazo, es raro que en La Muela Connection no aparezcan semejantes lindezas. Los tiempos han cambiado tanto que si no hay porno bajan las expectativas de voto. Una caída en el «share» espanta a las audiencias. Fundirse la pasta en trajes da para un par de periódicos, pero si te encuentran metido en un armario, como un traje más, la cosa cambia. A los pequeños saltamontes de la política les falta salir en pelotas en YouTube agitando unas bolas chinas y bailando una balalaica, y ni siquiera entonces arrasan en los dosieres. Siempre habrá otro fulano que cuadre el círculo o logre hacer con sus andanzas una espléndida teleserie. El secreto del caballerete Berlusconi es muy simple. Convierte la decadencia en perversión y siempre gana.

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