El precio del desierto
jueves 28 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Súper Biel vive en un sembrado. Tras el último y soberbio patinazo del trasvase del Ebro, cuando se acercó de refilón a los valencianos con la sorprendente idea de que pillaran el agua mar adentro, en pleno Mediterráneo, y de la polvareda que levantó con tan inquietantes declaraciones, ya no sabe cómo montárselo sin meter la berza. La última, y tal vez la mejor de sus luces, la dejó brillar ayer intentando granjearse el aplauso de la asociación contra las ludopatías. Aseguró, buscando calmar las suspicacias, que no se iba a modificar la Ley del Juego en Aragón con motivo de Gran Scala. Que no haría falta. Es vox populi que, con la Ley en la mano, no podría construirse una ciudad de casinos en los Monegros, de modo que dejó estupefactos a los exjugadores. Aunque no les dio tiempo a recuperar el resuello para instalarlos de un golpe seco en la indignación, pues a renglón seguido sugirió crear una ley especial para este entuerto: la excepción a la regla. A juicio del vicepresidente todo consiste en tallar y medir bien el proyecto, montarlo a escala de Gran Scala. No basta, por lo visto, con situarlo en el epicentro del desierto, a mitad de camino entre Huesca, Zaragoza y Lleida. No es suficiente con pegarlo a la autovía, bien cerca del AVE y equidistante de los aeropuertos. Además, súper Biel garantizó para el megacasino catorce hectómetros cúbicos de agua, lo suficiente para una localidad de tamaño medio que albergue veinte millones de sedientos visitantes y, en el colmo de los colmos, se puso tonto manifestando cierta preocupación por el suelo.
    El secretismo del principio, el sonsonete institucional de que había que tragarse las críticas para animar a los inversores, tampoco surte los efectos deseados y la población comienza a preguntarse hasta dónde habrá que bajarse los pantalones para que este "pool" de empresas dedicadas al juego comiencen a funcionar. Es más, parece que no les corra ninguna prisa porque acaban de reunirse con los dueños de algunos terrenos y a la hora de hacer cuentas el metro cuadrado les sale por un riñón. ¿Qué se esperaban? A mayor secreto mayor especulación. Es la hora de vender los barbechos a precio de regadío, el desierto se dispara y los de Gran Scala empiezan a recular. Se extiende la sombra de que súper Biel se mostraba demasiado espléndido con unos negociantes bastante rácanos, máxime cuando algunas de las sucursales de dichas sociedades parten de un capital limitado a cuatro mil euretes. ¿Cuál será el siguiente movimiento? ¿Se atreverá a expropiar el gobierno los suelos más convenientes? ¿Montará un nuevo Aramón? Cualquier cosa es posible cuando el más ubicuo de nuestros politicastros anda metido en campaña electoral. Estamos en la penúltima curva y se habla poco de su partido frente a los dos grandes bloques de opinión. Su jugada maestra puede ser el acabóse.

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