El kilómetro cero del sistema
martes 26 de julio de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

  Nunca me ha gustado ser alarmista, pero el aletargamiento social resulta excesivo. Los sustos que nos mete la alta economía no despiertan a la población, al contrario, nos vacunan para el futuro. Estamos psicológicamente agotados de oír malas noticias y el hecho de contemplar que el sistema todavía aguanta ni siquiera produce estupor. Escuchamos tecnicismos, como el de la prima de riesgo o la deuda soberana, igual que atendemos al parte meteorológico. Se intervienen los bancos y la gente no sale huyendo con la pasta, al revés, se siente aliviada. El canguelo y la comodidad comen terreno a la imaginación, la peña no quiere aventuras y los jefes parchean la situación evitando que las grandes corporaciones se mosqueen. Esta conducta demuestra en el mejor de los casos cierta entrega, conformismo y debilidad, y en la peor de las suposiciones nos prueba que los políticos están conchabados con las entidades financieras y las multinacionales más poderosas. Nos dicen que están rescatando a Grecia, a Irlanda o a Portugal cuando lo único que hacen es soltar miles de millones de euros a los que compraron bonos y letras del tesoro de esos países. El sistema capitalista, que se ha bautizado desde antaño como de libre mercado, ni es libre ni representa al mercado, tan solo fortalece intereses monopolísticos que asfixian a la sociedad en beneficio de una minoría desaprensiva y especuladora.

Todos los caminos conducen a Sol
   Nadie desea que el tingladillo se vaya al garete, no nos equivoquemos, pero la necesidad miserable de mantenerse a flote —el miedo a perder la estabilidad— es lo que soporta las estructuras. ¿Tenemos tiempo de transformar lo que no funciona y cambiar la fórmula de convivencia antes de que se derrumbe el panorama? Este es el debate que plantea el movimiento surgido el pasado 15 de mayo. Y si hablo con frecuencia de este movimiento es porque no hay más paisaje democrático que el actual y su alternativa en construcción, que se proyecta en acampadas, foros, marchas y asambleas populares gracias al uso de las redes sociales. Lo demás, como hemos contemplado en Noruega, es el auténtico horror de los verdaderos antisistema, los neonazis, que masacran a la sociedad civil para evitar cualquier cambio.

  Apenas han transcurrido dos meses desde la primera toma de la puerta del Sol y parece que hayan pasado años. La situación económica sigue deteriorándose pero la clase media más acomodada aún no percibe los golpes. Es sólo el principio de lo que se nos viene encima, ¿tenemos que aguardar a que llegue? Los planteamientos económicos del futuro están basados en el sálvese quien pueda. Somos muchos, la maquinaria burocrática es muy lenta y pesada y los jefes además están corrompidos. ¿Cómo saldremos del marasmo? Creando una sociedad alternativa, levantando de manera horizontal un sistema democrático honesto y participativo. Podríamos hacerlo rápidamente usando los medios del actual, pero la casta política no quiere perder sus privilegios y está obsesionada por arrojar lastre para retomar el vuelo, supongo que con el mismo rumbo. El lastre somos nosotros, la mayoría de la gente. Señalamos que sacrificar a buena parte de la sociedad es un suicidio colectivo, pero no nos escuchan. Lo vemos a diario, cuando se intentan frenar los desahucios de la parte más débil del país, aquellos que lo han perdido todo, hasta las cuatro paredes de su casa. Y este desastre ocurre con el beneplácito de los partidos políticos mayoritarios, incluso con el aplauso que hoy mismo ha otorgado el Tribunal Constitucional. No tiene ninguna lógica.

  Vivimos un momento crítico. De inflexión. Ya no cuentan las razones ni los discursos, la manipulación es constante y absoluta. Es idiota mantener cientos de miles de pisos en barbecho mientras la población vive debajo de un puente. Es absurdo que se compren y se vendan deudas, que se especule con ellas sabiendo que no se pueden pagar. Es ridículo que se nacionalicen bancos, que se gaste un dineral en ellos para venderlos después por cuatro perras y seguir tocando la misma partitura. Es intolerable además que sus dueños, sus accionistas y ejecutivos, gocen de sueldos inauditos en un sistema financiero que estamos sosteniendo entre todos. Es anormal que los que dicen ser nuestros representantes, en vez de cambiar la situación precisamente la sostengan, cobrando por ello unos jornales imposibles para los demás. Es intolerable que salga a subasta la ciencia, la educación o la sanidad públicas, como si no existieran conceptos obvios donde hincar las tijeras, como el malgasto militar. Es de sentido común que necesitamos un cambio profundo y que esta transformación no va a llegar de la mano de los políticos. Tomemos conciencia antes de que sea demasiado tarde.

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