Distribución Beta
viernes 18 de noviembre de 2011
Sergio Plou

  Se cacarea un montón sobre el riesgo que tienen las primas, y eso es bueno porque todavía no se menta a las tías y menos aún a las madres, así que las abuelas pueden respirar tranquilas. El problema es que las primas son siempre las hijas de alguien, por eso las hermanas Koplowitz se desprendieron de sus renovables, desmontaron media Sicav y mandaron a las suyas a Suiza. Parece que desde entonces todas las primas se esconden en los Alpes, hasta el extremo de que la gente mal pensada afirma que allí no hacen otra cosa que especular, aunque sea con ellas mismas. A lo peor, cuando oimos hablar de los mercados, se están refiriendo a las primas de la alta sociedad, que en lugar de irse al bingo —un fenómeno que ya está muy pasado de moda— prefieren ampliar sus horizontes jugando al monopoly.

   La economía y las finanzas se mueven al ritmo que marcan las mejores familias de un país y para seguir las correrías de las nuestras no hay otro remedio que informarse en el Hola. Esta revista no moderniza su contenido pero es capaz de actualizarlo constantemente, por eso regala su aplicación en el market; nos evitan de este modo tener que bajar al kiosko o ir a la peluquería. Y no digo nada sobre las salitas de estar en la consulta de un dentista porque antes de calzarse una funda hay que donar un riñón. Ahora es muy fácil estar al día, sobre todo en materia de gilipolleces. Pillas la tableta o el móvil y te vas directamente al cuarto de baño. En plena era digital, los chatarreros han descubierto que las bacterias e-coli empañan la tecnología igual que las primas de riesgo a nuestra inteligencia emocional. Pero es que no hay nada como enterarse de la actualidad y disfrutar de las redes sociales mientras soltamos el vientre. Si al mismo tiempo sientes que te está salvando el Banco Central Europeo, la bendición es completa.

  En cualquier caso, y en el supuesto de que podamos sacar conclusiones, ese padre barbudo que, según cuentan las crónicas, ganará el domingo la partida de dominó, parece que no despierta con su futura victoria ninguna confianza entre las primas. Según nos acercamos al fin de semana, en vez de animar el cotarro resulta que todavía lo encrespa más. Esta circunstancia preocupa sobremanera a los especialistas, que han llegado a decir que no existe un plan B. Los mejores intérpretes en el lenguaje de los signos lo único que han encontrado es un plan A prima, que es el mismo plan de antes, sólo que se aplicará en crudo y sin anestesia, lo que enfurecerá a las tías, a las madres e incluso a las abuelas, porque todas, en definitiva, son las primas de alguien, así que el futuro no se presenta halagüeño sino que provoca estupor.

  En ausencia de mejores perspectivas, hasta los analistas se han venido abajo. Antes nos sometían a diario con la realidad virtual pero es que ahora se pasan jornadas enteras intentando averiguar el apellido del próximo ministro de economía, como si el patriarcado, a estas alturas, tuviera un héroe, un salvador o cuando menos un testaferro para inmolarlo en la pira. No soy un experto en parentescos pero no cabe duda de que nos enfrentamos a una maniobra de distracción. Bastante penoso resulta aguantar ya a los economistas discutiendo sobre la Distribución Beta como para que surjan comentarios acerca de los primos en plena campaña electoral. Tanto es así que los periodistas, aburridos del encefalograma plano que nos rodea, coleccionan las imborrables escenas que protagonizan los parientes más allegados a la poltrona. Siembran las televisiones con imágenes de políticos que se pierden de tal manera por los cerros de Úbeda que terminan su carrera profesional sufriendo fantásticos blancazos, y piensan que nos entrará la risa. No me extraña que la gente caiga en coma y comience a contemplar esta crisis como una enfermedad. Tarde o temprano, en lugar de políticos o tecnócratas, exigiremos a los médicos que encuentren una cura.

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