El aprendiz, la bici y la niña
martes 4 de marzo de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    A Zapatero le cuelgan las ojeras y a Rajoy le salta un tic en el ojo izquierdo, no está fresco el pescado y hasta el domingo igual se pudre, pero ayer los candidatos se igualaron a sí mismos alcanzando las habituales cotas de simplonería en el debate de vuelta. Entre las perlas más chuscas destacó en esta ocasión una de lo más tribal - el clásico ripio del aprendiz de brujo - que evidencia hasta qué punto el conservador no encuentra flancos donde meter un nuevo bofetón al titular de la poltrona. Será que le ha soltado ya tantos cachetes que se pierde en las guantadas. Será que se siente el hechicero peninsular y en pleno sortilegio ni siquiera ve un chamán en la butaca de enfrente, tan solo a un aprendiz que se lía con las pócimas. Qué más hubiera querido yo que presenciar ayer un aquelarre entre grandes magos. Ver volar los micrófonos y levitar a la presentadora, sufrir un poltergeist ante las cámaras hubiera subido la audiencia a escala planetaria. Pero ni siquiera hubo bengalas y los encantadores de serpientes emplearon los viejos trucos de siempre para descalificar al contrincante: gráficas plastificadas que brillan a la luz de los focos, un saco de cifras y porcentajes indemostrables, declaraciones de sus periódicos amigos y mutuas llamadas a la mentira, al engaño y a la ausencia de sinceridad. No brotaron pámpanos bajo la mesa ni se formaron espectros en el plató. Ambos removieron un rato a los muertos, los causados por los etarras y por los islamistas, y después se refugiaron en sus papeles intentando demostrar a la audiencia el fruto de sus investigaciones. Rajoy le arrojó a Zapatero un cartel en castellano, que por lo visto no pudo colgar un empresario en Cataluña, y Zapatero le lanzó a Rajoy una rueda de bicicleta, cuya factura sirvió al parecer para regularizar la situación de un inmigrante. Ambas anécdotas darán mucho juego en YouTube, nadie lo duda, pero la persistencia de Rajoy en confesar al mundo que tiene una niña en la cabeza me dejó "out". O este hombre realmente tiene un conflicto de género y no lo asume, o es que alguna Lolita lo lleva a maltraer. Tan contumaz en el error sólo puede mostrarse un elemento obsesivo, desnortado y con torpes consejeros en su gabinete. No me extraña que doña Esperanza, como en la sesión anterior, le estuviera aguardando en la sede de la calle Génova para acogerle entre sus brazos. Esta señora no tardará mucho en hacerse con la jefatura del PP tras el próximo descalabro electoral y entonces los conservadores emprenderán su travesía del desierto. Les va a costar un auténtico dolor de tetas encontrar el camino de la moderación, pero están condenados -mal que les pese- a buscar un tono menos bíblico. Así que tendremos a Zapatero en la Moncloa, no sé si hasta 2020, pero seguro que cuatro años más. Veremos si -como dice en plan Piolín- se ocupa de los débiles.

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