El Cuaderno de Sergio Plou

      

jueves 21 de febrero de 2013

Contabilidad analítica y cemento armado




  Honrando a la inopia en la que vive, Mariano ha salido de las Cortes diciendo que el gobierno estaba fuerte. Podría haber soltado que estaba gordo más bien, o tan maduro como para caerse del árbol, pero hablar de la fuerza por oscura que nos parezca quizá le sonase mejor. Si hubiera dicho que el gobierno estaba corrompido, tal vez le hubiera escuchado alguien, al menos por la novedad. Al fin y al cabo, fuera del hábitat en el que se mueve Mariano no se oye otra cosa que el ruido de las mangancias y aunque construya un muro de silencio alrededor de los sobres parece que le persigan allá donde vaya. Hoy mismo, poco antes de finalizar la última sesión de los teleñecos, se ha sabido que Bárcenas —el señor de las peinetas— se cubrió las espaldas contratando los servicios de un notario, al que le colocó las listas de su «contabilidad analítica».

  La contabilidad analítica, a diferencia del resto de las contabilidades, es la que se ocupa de ordenar la naturaleza de un gasto, de un ingreso o del movimiento económico que interese, y según las distintas actividades o proyectos que desarrolla lo mismo sirve para cubrir un roto que un descosido. Cabe suponer que la verdadera contabilidad analítica del partido popular es la que se entrega al Tribunal de Cuentas, de modo que Bárcenas se refiere a la otra, la del dinero negro, donde señala de quién proceden los cobros y a quién se reparte sobresueldos. Y para que no quepa la menor duda de lo que hizo Bárcenas con la pasta en B le entrega los papeles a un notario de su barriada, la de Salamanca, dando fe su titular de todo el embrollo y demostrándole a Mariano de paso que se le va la fuerza por la boca. Incluso cuando no la abre. Igual es cierto que en su partido se relajó la ética y terminó fallando el control. También es posible que no tuvieran control ni ética alguna. Me temo incluso que hayan confundido la ética y el control de los que tanto presumen con la impunidad más absoluta. Sólo así se comprende el silencio que promueve el gobierno alrededor de Bárcenas y sus millones en Suiza.

  Viendo a este fenómeno de las finanzas, chulo y pijo donde los haya, trotar por las calles de Madrid mientras sortea las cámaras y los micrófonos, me da en la nariz que esconde más de lo que a primera vista podemos leer. Y por lo que parece no está dispuesto a arrojar la toalla. Quizá un día terminen pillándolo como a Roldán, en calzoncillos y dándole a la coca en un burdel de carretera, en cuyo caso me gustaría que fuese en compañía del propio Mariano, o al menos con alguien del gobierno. Si no se descubre pronto alguna ordinariez semejante, este hombre se agarrará al caucho de la poltrona con los dientes y a medida que pase el tiempo hará masa química con el sillón. Hablamos de un sujeto al que no le bastan las pruebas convencionales para admitir su culpa, supongo pues que anda pidiendo una película y su correspondiente banda sonora, para eso vivimos en la era digital. Y como no hay imágenes de la corrupción, como no le hemos visto recogiendo un sobre y guardándose un fajo de billetes en la cartera, resulta que todo son insidias y falsedades. Por eso Mariano ha salido del congreso sintiéndose mejor que la hormiga atómica. Que nadie espere explicaciones, porque no las dará. Se nos ha subido a la chepa de tal modo que seguirá haciendo la misma política económica que le ha lanzado al estrellato, y nos lo suelta a la cara sin vergüenza ni reparo porque en el fondo le resbala. Tiene su mayoría absoluta, recibió su herencia envenenada y no le queda otro remedio que cumplir con su deber. A este ritmo no tardará mucho en sentirse astronauta, como el que sale en un anuncio de desodorantes.