FUERA DE QUICIO

Extracto, 5. 17

 

 

        Cuando yo tenía diez primaveras pesaba como un cerdo. Los kilos me colgaban igual que jamones de un gancho y el desplazamiento se hacía fatigoso. Por suerte no era el único gordo, había unos cuantos más en mi clase y al ser varios el escarnio se repartía. Los gordos de mi clase pertenecíamos al Clan de las Tres Erres (Reina, Rojas y Roda). Todos excepto uno, cuyo apellido no empezaba por erre y las recibía dobladas.Se llamaba Gómez.

        Sobre él se abatieron todas las desgracias imaginables y el pobre no salía del hoyo. Un día le metieron una hostia de las que hacen época (sin justificación, por supuesto,  como  reciben las  hostias  los  gordos:  al pedo), y Gómez se lanzó a tumba abierta sobre su agresor tirándole de los pelos, mordiéndole las ternillas y asestándole un jetazo de pánico contra un pupitre. Hubo un instante de asombro. La conciencia colectiva se negó a reconocer los hechos y resistiéndose a pasar por alto la ofensa de un gordo se transformó en ira, la ira en éxtasis popular y el éxtasis dio paso al linchamiento. Gómez el gordo fue lanzado por la ventana de un segundo piso en loor de multitud.         

       El lanzamiento no fue producto de una visión cosmogénica, se procedió contra el gordo porque no podía defraudar las expectativas. Lo izaron de los tobillos, lo utilizaron de plomada para ver si el edificio guardaba la vertical y Gómez se vino abajo. O lo dejaron caer, que nunca se supo y en el fondo poco importaba. Gómez el gordo, aunque tuviera dos piernas rotas y un soberbio pepino entre ojo y ojo, sobrevivió alimpacto.Para los otros tres gordos que reinábamos en clase, Gómez el bueno se convirtió en Gómez el loco. Sus ataques de histeria se multiplicaron pero no hicieron mella en la piedad. Más bien al contrario: Gómez en una acequia. Gómez atado a la portería del campo de fútbol. Gómez encerrado en los retretes. Gómez, siempre Gómez, un gordo ante el peligro. Hiciera lo que hiciera estaba condenado a los peores tormentos. Quién me iba a decir que aquel Gómez terminaría conduciendo un Saab 900 Coupé, que haría derecho yopositaría a judicatura, que olvidaría su primer apellido hasta reducirlo a una inicial y que utilizaría el segundo, Barahona, como látigo en sus sentencias.