Camisas de Tai
Crónicas
© Sergio Plou
lunes 16 de junio de 2008

     Como late un pijo en mi interior me ha obligado a sacar partido de la nueva computadora. Gracias al ADSL de Telefónica, que es lo más caro que ha parido España, he podido amortizar una parte del gasto en internet adquiriendo en e-bay unas cuantas camisas de seda salvaje. Y de paso unos calzoncillos, pero esta historia es harina de otro costal. Lo único que pasa es que ahora se resiente mi conciencia. Calificar de salvaje un tejido supone afirmar que está sin pulir o tratar debidamente, que existe una ausencia de remates y acabados o lo que es lo mismo, que no se pone un cariño especial a la hora de confeccionar la prenda. Yo creo que la seda salvaje es lo que mola para visitar la Expo —que es también un lujo efímero y silvestre—sobre todo cuando apriete de veras Lorenzo en Zaragoza, hacia mediados de julio y en pleno agosto, según dicte el cambio climático. Salvo que vayas a Tailandia no encuentras precios asequibles, y como no tengo para irme tan lejos sin que lo acuse mi libreta de ahorros, me lo he montado en plan virtual. La explotación de los tailandeses a distancia duele menos que ir allí y ver en directo cómo pagan y cómo trabajan los asiáticos. Sobre todo los niños, que es una pena. Hace unos lustros podías soltar tres billetes verdes en C&A por una camisa de este material. Ahora, por menos de noventa euros, no hay género. Así que llega un momento en el que te preguntas de qué vale la ética cuando sudas como un ceporro. Si las multinacionales como Endesa pueden colocar en la tele comprometidos anuncios, más propios de una ONG que de un negocio a manos llenas, y después clavar junto al Perito Moreno tres centrales eléctricas sin que se les caiga la cara de vergüenza, ¿por qué no vamos a hacer lo mismo los demás y apadrinar después un pinguino? ¿Acaso nuestra conciencia no merece también que se la demos con queso? En la actualidad muchos de los productos que se venden están fabricados en China, ¿cómo sabemos a quién le estamos pagando si no figura en las etiquetas? ¿Tendremos que hacer un reportaje de investigación cada vez que acudamos a una tienda? Dicen que la ética es la alegre contradicción de los pudientes y que la clase media no está para comerse la olla, sino para tirar del carro y aplaudir con las orejas. También dicen que es más difícil que el dueño de Ibercaja, cuando reviente, suba a los cielos que hacer pasar un camello por el ojo de una aguja de coser. ¿O era que encontrar una aguja en un pajar? Para el caso es lo mismo. De igual manera que me he comprado unas camisas tercermundistas y ahora me da reparo, también estoy pagando una Expo insostenible y desarrollista que después disfrutarán cuatro agudos, precisamente los cuatro agudos que de verdad pueden pagarse unas camisas de puta madre en el Corte Inglés y que no sufren ningún agobio por explotar europeamente a sus compatriotas, a sus inmigrantes y si les dejan montar al mismo tiempo una fábrica en Sanghai pues se atan los machos y adelante con los faroles. Dudo que en esta tierra la vaca dé para tanto, pero no será porque no sueñen con llegar a más. A este modelo de empresarios sin escrúpulos los denominan emprendedores. Desde luego el siglo XXI es demasiado confuso para los cándidos, pero es lo que hay.

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