A la yugular
viernes 15 de febrero de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Cuando las campañas electorales duran la intemerata hay que echarle salsa al panorama para levantar de la apatía al personal, porque si no se amuerma y no acude a las urnas. No hace falta que le abran el micro al presidente en funciones, tras acabar una aburrida entrevista con Gabilondo en la Cuatro, para que nos enteremos de una verdad tan simplona que casi de pena oírla. Sin embargo, así es de lamentable la pomada política nacional. Escuchar a Zapatero decir que le va bien la campaña pero que conviene tensar un poco el ambiente, o que iba a dramatizar en los mítines del fin de semana a ver si se animaba el cotarro, no deja de ser pobre, por mucho que los conservadores hayan puesto el grito en el cielo. Si esta charla tonta es lo máximo que puede capturar de extranjis cualquier técnico de sonido en un plató de televisión, es que dan ganas de abrirse las venas del aburrimiento. Hubiera sido inquietante que Zapatero le preguntara a Gabilondo el nombre de la clínica donde se hizo el último lifting, que se hicieran mutuo chantaje con algún video turbio, al estilo de los que le calzaron en sus tiempos a Pedro Jota, o que se fueran juntos al baño pera meterse unas rayitas de farlopa. Cualquier turbiedad hubiera tenido más pegada que esta cháchara sosa.
    Zapatero no muestra su talante desmembrador de España ni agitador de masas, como mucho tiene el poder de atocinar a las marsopas. La confidencia entre Gabi y Zapatitos es un bluf. Casi es más divertido el gesto raro del insigne presentador, que se agita las perneras de los pantalones como si tuviera la próstata echa polvo o le hubiera llegado de pronto una incontinencia urinaria. Al acabar el programa, no se sabe muy bien si vuelve a sentarse o decide estirar las piernas y es lo único interesante que hay, no ya en el video sino en toda la entrevista. Que los peperos agarren el rábano por las hojas y señalen Zapatero como si se le hubiera caído la máscara de Batman o la del Zorro no indica otra cosa que el agotamiento electoral está llegando a su cenit. Y queda tela hasta el 9 de marzo. Sin nuevos argumentos que sacar a la luz pública se buscan bajo las piedras. Tal vez sea esa la causa de la reaparición de Alfonso Guerra, que reparte leña entre los obispos para ver si pican y dan cuartelillo, al menos hasta que llegue el debate televisado entre los jefes. Si es que les interesa llegar al tedio, que empieza a dudarse. Es más práctico abrir los micrófonos de tapadillo, a ver si hay suerte y se van de la lengua, que coger la unidad móvil y entrevistar en el Kremlin al señor Putin, que por lo visto tiene mucho que decir sobre esta península nuestra. Optar por lo barato, y si no se quiere defraudar al personal, requiere manipular las cintas o meter en el ajo a los políticos para que suelten en off algo picante.

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