A dos velas
jueves 15 de noviembre de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Cuando escribía para el periódico, allá por la última era glacial, recibí en la redacción un grueso paquete a mi nombre. Su remitente era el gremio de fabricantes de esprays. en cuya hoja de presentación se ponían muy serios ante mis últimas críticas sobre la fabricación de los clorofluorcarbonados, los temibles CFC. Vivíamos la batallita del agujero en la capa de ozono sobre la Antártida. Se estaba abriendo un boquete en la atmósfera gracias a los gases que expelían las lacas y los insecticidas. El agente destructor estaba identificado científicamente pero el desastre cabalgaba más deprisa que la respuesta resbaladiza de nuestros políticos. Miles de articulistas y comunicadores recibieron entonces un grueso volumen informativo en el que los industriales contaminantes exponían sus razones más benéficas para seguir produciendo CFC. En cuanto se detectó con certeza la culpa se prohibió la emisión de estas sustancias y hoy el agujero de ozono ha dejado de ser el problema que fue. Es el ejemplo más contundente de cómo se debe hacer frente a un problema planetario, pero también de la presión que ejercieron las empresas implicadas buscando continuar con su negocio como si no pasara nada. Pues con el Cambio Climático ocurre tres cuartos de lo mismo, sólo que la situación no se resuelve tan "fácilmente". Entre otras razones porque la presión es complicada de soslayar. No sólo afecta a las firmas principales del mundo sino también a nuestro modo de vida. El petróleo se agota. Apenas hay combustible fósil para tres décadas y nos importa un bledo. Seguimos consumiendo petróleo a marchas forzadas. El CO2 sube a la atmósfera una y otra vez hasta que recalienta el planeta. Los polos se diluyen, los glaciares se achican y llueve menos. Hay que reducir nuestra dependencia petrolífera si no queremos ver nuestras costas inundadas por el mar y nuestros ríos convertidos en acequias. Ahorrar agua, reciclar las basuras, emplear bombillas de bajo consumo, apagar los equipos electrónicos desde el enchufe... La retahíla de medidas que pueden tomarse para no gastar a lo tonto tendrían que ser publicadas por el gobierno, pero con sólo emplear algunas de ellas no sólo se da cuenta nuestra cartera sino que lo agradece el mundo entero en su conjunto. Por eso la medida que han propuesto para hoy las organizaciones ecologistas no sólo es simbólica. Se trata de concienciar a la población sobre el Cambio Climático mediante un gesto sencillo: apagar la luz a las ocho de la tarde durante cinco minutos. Mucha gente se sentirá nerviosa sin la tele encendida durante tanto tiempo, pero es por una buena causa. Gastamos al año cerca de ocho megawatios de corriente frente a los seis de media nacional que consume el resto, que no se diga que no podemos consumir menos. Además vivimos tiempos inflaccionistas, de modo que no pasaría nada si en lugar de cinco minutos nos pegáramos diez. Ahora que es fácil quedarse a dos velas resulta que la oscuridad se ha convertido en una pancarta. A favor de las energías sostenibles se jugará al escondite, pero hay otras cosas que pueden hacerse a oscuras. Es cuestión de trabajar la imaginación.

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