3D
martes 19 de agosto de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Los cines se han dado cuenta de que en Zaragoza molan las proyecciones en tres dimensiones. Y si nos ofrecen cuatro ni te cuento. No hay más que ver las colas que se organizan en la Expo frente a algunos pabellones, donde no ofrecen otra cosa que documentales de sus países y territorios, para comprender que el argumento de la película nos importa un pepino. Lo único que pasa es que nos gusta ver estampas y paisajes, trucos visuales. Nos encanta que nos engañen, que nos hagan creer que estamos cerca de tocar cualquier cosa, un río, una fuente, una mariposa. El día en que nos claven hologramas del techo se nos caerá la baba y quien monte un tenderete así se va a forrar. El clásico 3D, donde necesitas gafas para trampear el coco, no es más que un eufemismo, porque en una sola pantalla tan sólo caben dos dimensiones. Harían falta varias zonas de proyección superpuestas para que comenzásemos a hablar de tres o más. En Puerto Venecia y en Plaza van a inaugurar en septiembre unos cuantos cines, donde aprovecharán el viejo tirón de las tres dimensiones para montar alguna sala de este tipo en la ciudad. Con la excusa de asistir a un concierto, lo mismo de música clásica que de rock, y por quince euretes, podremos reservar butaca desde internet en los «imax de los pinares» o donde Sansón perdió el gorro. Cuesta más llenar el depósito de gasofa para ir al Pirineo a contemplar unas mariposas en directo que hacer dos horas de cola en Expolandia para creer que las estás viendo de verdad. La realidad empieza a ser demasiado estúpida y es ya muy preocupante, pero después del timo de las hipotecas y de las guerras petroleras en Irak y Georgia, las pamplinas sensoriales con las que nos entretienen los jefes casi suenan a chiste. Entre los más graciosos, por la novedad, destacan los referidos a este flamante parque empresarial que dicen que se creará en Ranillas tras el magno evento de los sudores veraniegos y las filas agotadoras.
    La Torre del Agua y el Pabellón Puente se van a «regalar» a dos entidades financieras —la CAI e Ibercaja— por el simbólico precio de un eurillo. La excusa es el desembolso anual que tendrán que hacer estas cajas de ahorros para mantener abrillantadas ambas estructuras. La cifra, según los más sesudos estudios, alcanzaría los tres millones cada una. Cuenta la leyenda que en tan magníficas arquitecturas se crearán sendos museos pero nadie acaba de tragarse el cuento. Sería lógico que, al menos el puente, conservase una zona pública que permitiera el tránsito de los peatones entre las orillas del Ebro sin necesidad de aflojar la billetera. Sin embargo, parece que van a colocar allí un restaurante de lujo. En cuanto a la Torre, el gotillón de Agua se desmontaría completamente para edificar oficinas en su interior, habitaciones de hotel o lo que les venga en gana.
    Tengo verdadera curiosidad por saber también lo que ocurrirá con el pabellón aragonés, al que le luce el pelo desde la misma entrada, pues las visitas de la Expo acceden por ascensor hasta la planta superior y la muestra, salvo la inevitable proyección, transcurre por los pasillos. La impresión que ofrece es la de haber sido levantado por encargo, de hecho hay varias plantas que ni siquiera son accesibles al público, ahora sólo falta por conocer quién es el guapo que se lo queda. Si comparamos la Expo de Sevilla con la de Zaragoza, el mejor percal ya estaba adjudicado aquí de antemano. El eslógan del desarrollo sostenible no fue más que una excusa para seguir sosteniendo el desarrollo de la construcción y modernizar la imagen de las empresas punteras. ¿Acaso se ha sobredimensionado nuestra capacidad económica para crear en el meandro un polo financiero? Está por ver si un esfuerzo de tal calibre necesita de unas gafas especiales porque colocar los edificios más emblemáticos es una tarea menos compleja de lo que parece. El auténtico problema es conseguir que todo el entorno se desarrolle hasta formar parte de la propia ciudad. Alcanzar esta dimensión, con los tiempos que corren, parece imposible y lo que ya se ha firmado, en cambio, resulta sospechoso. Pero con las gafas de 3D y contemplando el paisaje virtual, la realidad se ve más bonita. Será cuestión de no quitárnoslas nunca. Igual así, con un poco de suerte, cuando acabe la Expo seguimos viéndolo todo de color rosa.

Articulos
Primeras Publicaciones 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 — 2001 2007 2008 2009 2010 2011        
Cronicas Críticas Literarias Relatos Las Malas Influencias Sobre la Marcha La Bohemia La Flecha del Tiempo